En antaño cuando nuestros padres y abuelos “comerciaban” lo hacían de una manera muy distinta a la de hoy. Antes solo había negocio si existía una tienda u oficina de por medio y tenían que trasladarse al punto de venta o donde se encontrara el comprador para hacer la transacción o simplemente para dar a conocer un producto o servicio sin garantía de generar ventas. Todo esto resultaba muy costoso, cansado y a veces frustrante. Es por eso que la idea de convertirse en un empresario era solo para personas con un gran capital.
Esto ha cambiado gracias a las nuevas herramientas de comunicación, como teléfonos celulares, el transporte e Internet.